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El olivar, un aliado en la conservación de la biodiversidad

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Desde que comenzamos a desarrollar nuestra actividad a comienzos de los años 2000 hay una cosa que siempre nos ha preocupado en Atalaya Agroalimentaria: la sostenibilidad medioambiental y social. 

De ello, hemos dado cuenta en algunos de nuestros post aunque hoy queremos detenernos especialmente en una cuestión. La que relaciona el olivar y la biodiversidad. O más bien, cómo contribuye el cultivo del olivar a mantener nuestro ecosistema.

Qué es la biodiversidad

El términobiodiversidad” hace referencia al conjunto de especies vegetales y animales que vive en un determinado entorno. Estas especies determinan un ecosistema, es decir, una red de relaciones configurada tras miles y miles de años de evolución. Los organismos que se pertenecen a un ecosistema no sólo están relacionados entre ellos, sino que existe una interdependencia que afecta a todos los ámbitos de su existencia.

La diversidad biológica permite que un ecosistema en cuestión permanezca en equilibrio. Sin embargo, en los últimos años la acción del ser humano ha incidido negativamente en muchos ecosistemas. La actividad agrícola, industrial, la movilidad… cuestiones que son básicas y que pertenecen a nuestro día a día se han desarrollado de una forma insostenible para el medio que nos rodea provocando desequilibrios en la fauna y flora con la que compartimos ecosistema.

No obstante, de un tiempo a esta parte han surgido movimientos –sociales, económicos. etc– que abogan por una actividad humana más respetuosa con el medio ambiente.

¿Cómo incide la agricultura en el ecosistema?

El desarrollo de la agricultura permitió a la humanidad pasar del nomadismo al sedentarismo, allá por el Neolítico. Durante milenios nuestra especie ha cultivado y consumido recursos naturales sin que tuviese una gran incidencia en el entorno.

Sin embargo, el desarrollo tecnológico que comenzó a finales del siglo XIX y que se ha intensificado desde que comenzó el siglo XXI ha alterado en gran medida este equilibrio.

La búsqueda de la rentabilidad en los cultivos ha primado sobre el entorno. El desarrollo de la agricultura superintensiva ha provocado, entre otros, problemas como:

  • La desaparición de fauna autóctona.
  • La erosión y degradación del suelo
  • Disminución de la fertilidad de los campos
  • Desertización y pérdida de protección natural
  • Aumento de CO2 al carecer de masa forestal y otras especies de flora que lo procesen.

Precisamente, todos estos problemas derivados de la agricultura superintensiva ha propiciado la búsqueda de procesos y metodologías más sostenibles. Este modelo aprovecha los conocimientos del cultivo tradicional con los avances tecnológicos de los que hoy disponemos.

¿Y cómo encaja en todo esto el olivar? La diversidad pasa por el mantenimiento de las especies de flora y fauna autóctonas. Junto a la vid y el trigo, el olivo conforma lo que se conoce como “la tríada mediterránea”, es decir, es un cultivo que se lleva desarrollando milenios en esta zona. Es en estas zonas donde el olivo desempeña un papel fundamental en el mantenimiento de la biodiversidad.

Olivar y biodiversidad

El olivar no ha escapado a la agricultura superintensiva y hay muchos productores que han sucumbido a esta opción más rentable, pero más agresiva para el medio ambiente.

No es así en Atalaya Agroalimentaria, donde apostamos por una agricultura integrada y por métodos que sean respetuosos con el ecosistema. Así nuestros proveedores trabajan tierras de “laboreo cero” o “no laboreo”. Es decir, en lugar de la labranza, se utilizan sistemas y métodos alternativos que persiguen:

Evitar la pérdida de atmósfera del suelo

Principalmente de nitrógeno, un compuesto que es vital para que la vegetación inicie su plantación. Queda fijado al suelo gracias a la lluvia y a algunos microorganismos, pero la labranza hace que se volatilice. En ese caso las plantas recurren a la materia orgánica, lo que va degradando el suelo paulatinamente.  

Prevenir la erosión 

La agricultura superintensiva disgrega la tierra haciendo que se intensifique el efecto de la lluvia y el viento. Con el laboreo cero se conserva también la biomasa, lo que favorece la proliferación de microorganismos. Por otro lado, al prescindir de maquinaria pesada se evita la compactación de la tierra.

Conservación de la fauna y flora autóctonas

En torno al olivar conviven numerosas vegetación que, en lugar de tratar como enemiga, se convierte el aliada del propio cultivo. De igual forma, entre los olivos habitan diferentes especies animales, sobre todo aves, que se ven beneficiadas por este modo de trabajar. La producción integrada y el “laboreo cero” permiten, sin duda, la coexistencia sostenible de todas ellas, incluido el ser humano que también forma parte de este ecosistema.

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