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Consejos para elegir alimentos de calidad

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Para las empresas agroalimentarias la calidad y la seguridad alimentarias forman parte de nuestro día a día. Existe una normativa exhaustiva que condiciona los procesos y la comercialización. Pero, además, hay empresas como Atalaya Agroalimentaria que persiguen la excelencia para ofrecer la mayor satisfacción posible a nuestros clientes. Sin embargo, para el consumidor de a pie elegir alimentos de calidad puede resultar una tarea algo compleja, al no estar familiarizado con la mayoría de los conceptos que tiene que ver por este ámbito. A veces, incluso, la publicidad juega un papel de desinformación al respecto.

Conscientes de esta dificultad, desde Atalaya Agroalimentaria hemos redactado esta pequeña guía con la que esperamos que te sea mucho más sencillo elegir alimentos de calidad. De esta forma, no sólo mejorarás tu dieta, sino también tu salud y la de los tuyos.

La calidad como elemento diferencial del consumo

No hace mucho, dedicamos un post en nuestro blog a recopilar las nuevas tendencias que se estaban desarrollando en el ámbito agroalimentario. Unas tendencias que pasan por reducir el consumo en favor de la elección de alimentos más nutritivos. Y algo más: que su ingesta suponga toda una experiencia.

Por eso, frente a otros momentos en los que primaban alimentos que ofrecieran cantidad, rapidez y un precio bajo, ahora las personas persiguen productos que aporten ese toque de distinción.

En efecto, quienes se suman a esta tendencia buscan, en el consumo de alimentos, una experiencia completa: saber que prima la nutrición, sentir que cuidan su salud y, sobre todo, disfrutar de aquello que están consumiendo.

Las normas de calidad: punto de partida

Como comentábamos al principio, existen exhaustivas normas referidas a la seguridad y calidad alimentarias a las que se someten tanto los productores como las empresas transformadoras. Es decir, siempre que un alimento llegue a nosotros por los cauces legales, podemos estar seguros de que cumple con un mínimo de calidad. Sin embargo en un pequeño porcentaje, hay alimentos que escapan a estos controles y aquí es donde el conocimiento del consumidor juega un papel fundamental.

Por otro lado, cada vez son más las personas que no se conforman con los mínimos que exige la normativa y buscan productos con determinadas características. Por ejemplo, que sean respetuosos con el medio ambiente, que se rija por los principios veganos, que provengan del comercio justo o del comercio de proximidad, etc.

En efecto, nunca hay que olvidar que además de los criterios objetivos, por los que velan las normativas, existen también percepciones subjetivas que nos harán otorgar más calidad –o confianza– a uno u otro alimento. Principalmente porque la percepción sensorial es uno de los criterios que se utilizan. Pero también porque el estilo de vida que hayamos elegido nos hará decantarnos por determinados productos, como veremos más adelante.

El primer paso: valorar las cualidades de los alimentos

Sobre este aspecto en cuestión ya te avanzamos algo en el post “Seguridad alimentaria y calidad alimentaria ¿son lo mismo?”. Las cualidades higiénicas, químicas, y sensoriales son el primer paso para valorar si un alimento cumple un requisito mínimo de calidad.

Pero ¡ojo! Esto suele funcionar con los alimentos que se comercializan y consumimos frescos, como las frutas y las verduras. Hay otros muchos productos que también tenemos que analizar y que son difíciles de valorar en función de estas cualidades.

Además, otro aspecto a tener en cuenta es que no todas las cualidades tienen el mismo valor en cada alimento. Por ejemplo, el tamaño de un melón no tiene por qué estar directamente relacionado con su valía. O como ya te contamos en un post anterior, la tonalidad de verde y negro de nuestras aceitunas deshidratadas –al igual que del aceite de oliva– no determina su calidad. 

Cuando tengas que valorar las cualidades de las frutas y verduras frescas fíjate en:

  • Color, que sea el apropiado de la maduración de la fruta en cuestión. También ha de ser homogéneo y no presentar manchas o defectos.
  • Tacto. Si tiene una textura rugosa, puede ser que esté en un estado avanzado de maduración. Presionarla un poco y ver la resistencia que ofrece nos servirá para saber si está aún verde -demasiado dura– o más deteriorada –demasiado blanda–.
  • Olor. Si en lugar de tener una fragancia dulce desprende un olor ácido o amarga, puede que esté en mal estado o próximo a ello.
  • Forma, sobre todo en productos de procedencia animal, en los que una forma poco habitual puede ser síntoma de una baja calidad.

La información: clave para elegir alimentos de calidad

En muchos casos es difícil aplicar todo lo explicado anteriormente, pues nos enfrentamos a productos envasados en tarros opacos en los que no podemos valorar sus cualidades sensoriales. 

Tanto en esos casos, como en los productos frescos, debemos dedicar especial atención a la información que el fabricante o productor nos ofrece de su producto. Aunque no existe una regla escrita, cuanto más información ofrezca una empresa de sus procesos y de del producto en cuestión, más fácil es verificar la calidad de dicho alimento. Debemos de atender a diferentes tipos de información

Etiquetado nutricional

Conocer los ingredientes que incluye un alimento nos hace ser más conscientes de lo que consumimos y también más coherente. 

Información el producto y de la empresa

Más allá de la cuestión nutricional, hay otros datos que nos ayudarán a elegir alimentos de calidad. Desde la información más básica como la fecha de envasado y vencimiento a otras como las instrucciones de consumo o los datos del fabricante.

En este sentido, la tecnología blockchain puede garantizar la trazabilidad de un producto en todas las partes involucradas de la cadena de producción. Existen iniciativas, como la startup Nutrasign que incluye, además, la historia que hay tras cada producto. De esta forma, el cliente obtiene la mayor información y conocimiento sobre aquello que consume.

Certificaciones externas

Los registros sanitarios del producto o las licencias y auditorías que posea el establecimiento de compra son también fundamentales a la hora de establecer la calidad de un determinado alimento. Por un lado, significa que la empresa no sólo se conforma con cumplir la normativa. Por otro, es una organización externa la que certifica que tanto la empresa como los productos cumplen con una serie de requisitos que supera los mínimos exigidos.

Este tipo de certificaciones son esenciales cuando una empresa busca la excelencia. Por eso en Atalaya Agroalimentaria nos esforzamos cada año en renovar –y mejorar– una de las certificaciones más importantes de nuestro sector: el International Featured Standard (IFS).

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